La pasada semana la que fue mi compañera sentimental durante los últimos 3 meses decidió que era mejor darme la patada que apostar por nosotros como pareja. Y no la culpo, vaya por delante, pero sí que, una vez en frío, a uno le golpean una serie de dudas en la cabeza. Como por ejemplo, así, a bote pronto que se me ocurra ahora mismo… ¿qué cojones le pasa a la gente en la cabeza?

Me explico, cómo pollas puede una persona que lleva conociendo a otra durante 3 largos meses, con sus respectivas semanas, días, horas… ¿cómo puede llevarse las manos a la cabeza por su forma de ser pasados esos tres meses? Joder, si yo voy de cara, dejo claro cómo soy, actúo en consecuencia y se decide de mutuo acuerdo seguir para adelante… ¿Por qué sorprenderse ahora? ¿Qué sentido tiene? ¿Quién está más perdido, el que sabe que lo está, o el que lo ignora totalmente y cree llevar la razón en un juego que ni conoce?

Y es que encima es lo de siempre. Todos mis enganchones sentimentales me terminan pasando factura, haciéndome sentir una basura de metro noventa con extremidades acojonantemente largas. Que si soy un cobarde, que si soy egoísta, que si soy cuadriculado, insensible, un cerdo… Basura. Así de claro. Estoy hasta el rabo de las etiquetas. La gente pide cosas para sí que están muy lejos ya no de corresponder con actitudes similares, sino de merecer.

Con todo esto en mi cabeza, y con una ansiedad galopante, cogí el coche y me piré de la terraza en la que me encontraba compartiendo una cerveza y amargura con la chica que hasta ese mismo instante despertaba mi otro yo.
Mi primer pensamiento a vosotros no os lo voy a esconder. Faltaría más. Puse el pie en el acelerador como si estuviera conectado a una torre de alta tensión, ojos en blanco mediante, con dirección a un conocido prostíbulo de mi ciudad. A tomar por el culo. Uno ya peina canas y se merece un homenaje de vez en cuando. Claro que sí, joder.

Salgo del coche con una recargada energía vital, propia de alguien que acaba de empaquetar sus problemas y les ha dado boleto con destino Siberia. Abro la puerta del prostíbulo y entro como si aquello fuera mío. Ya había estado más veces en aquel local, pero nunca había pasado de la barra. Y esa vez tampoco lo hice. Me pedí un par de cubatas, dando vueltas a todo lo que andaba mal en mi vida, y poco a poco los problemas se hicieron tan pesados que tuve que sentarme y digerirlos con alcohol.

Cuando iba por el tercer copazo, y después de haber rechazado propuestas de dos señoritas que estaban allí por pura necesidad y no por vicio –me lo dijeron ellas, je-, decidí que no podía seguir allí. Cogí de nuevo el coche y puse rumbo a un pub que me pillaba de paso.

Una vez en el pub, yo que soy muy sibarita, me pedí una affligem. Y para tocar los cojones, y de nuevo haciendo alarde de mi gilipollez supina, le pregunté a la camarera que si me había separado cuerpo y alma de la cerveza antes de servírmela. Quizás es una práctica poco conocida, qué se yo, pero el caso es que me miró con todo el desagrado que pudo reunir y se piró a, seguramente, ponerme verde con su compañera, que curiosamente levantaba un palmo y medio del suelo. Lo justo para quedar a la altura de los pechos de su compañera mientras marujeaban y regalarme una estampa que encontré sexual y ridícula a partes iguales. Las miré con descaro para que se cortasen un pelo, pero no lo hicieron y entonces siguieron cuchicheando, más juntas por el volumen de la música. Tan juntas que la camarera más alta terminó por dar un tetazo a la otra en la cara. Y me reí.

En ese momento, se me acercaron y me preguntaron que si tenía algún problema con mi cerveza sin cuerpo ni alma. Yo les dije que estaba perfectamente, pero que la una había dado un tetazo en la cara a la otra y a mí me había hecho gracia. Salió una risotada de mis adentros, no sé si producto de la tristeza acumulada, del alcohol, de mi estupidez galopante, o de todo junto. El caso es que fue bastante penoso todo. Ellas se volvieron a mirar y me dejaron en paz, seguro pensando que sufría algún tipo de problema mental. No iban desencaminadas. Eso sí, el tetazo humillante la enana nepalí se lo había llevado.

Poco a poco el garito se fue llenando de gente. Yo ya lo conocía porque me había arrastrado por esos taburetes con anterioridad. El caso es que el aglutinamiento de morralla propio de aquel lodazal me angustiaba en exceso, pero no quería volverme solo a casa esa noche. Bueno, no os miento, no podía volverme solo a casa esa noche. No podía. Así de triste soy.
La inmensa mayoría de la gente que ha pasado por mi vida, de una forma o de otra, ha concluido que no soy capaz de sentir. Me pasé años y años acomplejado, pero hoy día ya superé esa fase y me encuentro en otra aun peor. En el autocompadecimiento.

No estoy orgulloso, pero es que, dadas las circunstancias, es evidente que no he tenido suerte con lo que me he encontrado a mi paso. La gente, y no necesariamente del género femenino, apenas se ha parado a ver como soy; ellos han creído ver algo, una sombra, no mucho más, ojo, y enseguida y utilizando las manidas e inservibles etiquetas, han concluido que, como no entendían mi manera de sentir, de manera inequívoca, yo no sentía. Vaya jodida estupidez, ¿verdad?
El caso es que yo estaba infinitamente triste, infinitamente solo, y cualquier cosa me valía con tal de no soportarme durante unas cuantas horas.

Pasaron un par de horas, la gente iba y venía, y yo seguía pegado al taburete. Llegó un momento en el cual yo ya estaba ciego perdido y empecé a hablar sin sentido, mierdas de borrachos con todo aquel que se ponía a tiro. El caso es que una de esas personas que se me puso a tiro resultó ser una antigua compañera de un hobby que solía tener. Creo que realmente se alegraba de verme, como también creo que hizo oídos sordos a mi lamentable estado. Le dije con toda mi polla gorda que me presentase a sus amigas, que mi cama era demasiado grande para mí. Ella, no sé si porque no lo entendió o porque pensó que bromeaba, río sonoramente y me guió a la zona en la cual estaban parapetados.

Un rápido vistazo, cosa de la experiencia, me bastó para hacer los descartes. O no. Eran 5 en total y, aunque ninguna era un bellezón –para que nos vamos a engañar-, no hice descarte alguno. All in. Sin criterio, sin norte, sin alma.

Empecé a hablar sobre mierdas que se me iban ocurriendo. Cuando estoy borracho soy un jodido bocachancla. Cuando no lo estoy también, pero en esos instantes al menos mantengo el pico cerrado.
Les conté que durante el verano anterior había sufrido el peor dolor de muelas de la historia y que había sido capaz de desactivar el dolor por medio de la meditación. Les dije, también, que además de la meditación había usado una botella de litro de Ballantines, pero que definitivamente el proceso de abstracción había sido la clave.

Les hablé sobre tortugas y la capacidad mandibular prodigiosa que poseían. Atónitas, las feas, escuchaban la historia sobre una tortuga que tuve, Sarasa, y que había arrancado de cuajo una oreja a una rata. Les dije que, durante una época, había utilizado a esa misma tortuga para abrir cajas fuertes como si fueran latas de paté para sobrevivir a la mendicidad.

Por si no fuera poco, les hablé de la vez en la que en medio de la ceremonia de una boda, me desmallé porque mi puto nudo de la corbata estaba demasiado apretado y apenas podía respirar. Resulta, les expliqué, que mi ausencia de ánimo se produjo en el momento más inapropiado, justo cuando el padre unía a los dos fantoches en eterno matrimonio, y que el inminente marido pensó que ese hecho estaba provocado porque me acostaba con la gorda de su mujer. Y, efectivamente, lo había hecho, pero tiempo atrás. Mi sincope poco tuvo que ver con las prietas carnes de su mujer y así se lo hice saber a los presentes, que me invitaron a abandonar el evento por mi falta de respeto hacia la mujer embutida en algo blanco y, por ende, al desgraciado del esmoquin.

Lógicamente, ellas dudaban de la veracidad de mis historias, y hacían bien. Y yo creo que también hacía bien. Aquel alarde de dialéctica era una respuesta fisiológica al dolor que me quemaba por dentro. Y me aliviaba.
Por si esto no fuera ya de por si una buena noticia, y a pesar de mi borrachera, reparé en que dos de las cinco jinetes del apocalipsis estaban realmente interesadas en mí. Casi un cincuenta por cierto. La polla. Decidí apostar por una, la que intuí más guarra y entonces la ignoré y dirigí mi conversación junto con mi merada a su amiga-enemiga. No falla. Es penoso el sencillo mecanismo que rige el comportamiento humano, pero es que no falla.
No habían pasado ni 10 minutos cuando tenía colgado de mi brazo a la pobre que había sido privada de mi atención durante unos minutos. Que ya ves tú, qué es mi atención… Al peso no debe valer ni 9 míseros euros.

Nos besamos acaloradamente y le propuse ir a mi casa. Se negó aunque afirmaba estar muy cachonda. Coherencia. El resto del grupo se había alejado lo suficiente como para dejarnos intimidad sin perdernos de vista para poder criticar a la golfita de su amiga con tranquilidad y parsimonia. Ésta, la que acababa de rechazar mi invitación para una fantástica velada a sabanas pagadas, se marchó al baño. Entonces, la amiga-enemiga que anteriormente se había interesado por mí, se acercó sibilinamente por mi derecha y, con lengua de serpiente e intenciones venosas, me comentó de pasada, como por error, que la guarrilla que estaba compartiendo saliva conmigo tenía novio.

Tirando de cinismo, pero sin sorprenderme un ápice porque ya he visto de todo, exclamé al cielo condenando el adulterio que allí y en ese preciso momento nos había contaminado a todos nosotros, ejemplos esculpidos en marfil de la bondad y del bien hacer humano.

Cuando la adultera volvió del baño, yo me hice el indignado y dije que me iba del garito. Si anteriormente había llorado por mi atención, todo parecía indicar que lo volvería hacer. Y así fue. Como una pelele. Y tenía novio. Olé. Sé que habrá gente que desapruebe esta conducta, pero bastante tengo con mis problemas como para andar cargando con las carencias afectivas de los demás. A mamarla.

Me comentó una serie de trolas para justificar su actitud, a todas luces muy alejada de la que esperaba la sociedad de una señorita. A mí me la sudaba. Años atrás habría tenido reparos morales a la hora de yacer conscientemente con una puta con dueño, pero hoy en día ni tengo principios, ni tengo nada. Y ese día en concreto, menos que nunca.

Asentía con vehemencia mientas expulsaba toda clase de trolas por su boca. Y todo para follar con un jodido extraño. Estoy totalmente seguro, y me entristece, ojo, que aquella chica, aquella noche, dedicó más justificaciones a un borracho al que acababa de conocer, que al bueno de su novio. Y digo bueno porque, independientemente de que fuera o no un capullo, si estás con él, no se merece eso. Pero bueno, estaré yo para dar clases de moralidad a alguien. Dios me libre.

Estaba leyendomelo lo juro, pero luego he dado un paseo a ver lo que era y lo dejo para la tarde mejor. Tiene buena pinta el tráiler.

You can tell by the way i walk that i got em!!!

Te he leído

Una vez la princesita creyó tener intacta su conciencia, pasó a calentarme a lo bestia. Ya sin tener que rendir cuentas con las hienas de sus amigas, que habían quedado en el garito.
Me confesó fugazmente que desde el principio, nada más entrar al local, se había interesado en mí. Que yo poseía, decía mientras se relamía, una nariz prominente y que eso le excitaba porque fantaseaba con que mi pene guardara simetría con mi punta de lanza facial. El hombre Vitrubio y demás mierda. Da Vinci, gracias, te debo alguna que otra.

Llegamos a mi casa y lo primero que hizo ella fue entrar al baño. Salió de allí desnuda. No había mucho que ver allí, pero en peores plazas hemos estado.
La simetría davinciana en ella hacía mucho tiempo que había abandonado ese cuerpo, el suyo. Eso si alguna vez estuvo allí, claro, que yo sinceramente lo dudo. En todo caso, me acerqué a ella con más necesidad que ganas y me arrodillé para comerle el culo. Así, tal cual. No es algo que llevase en mente en ese instante, lo juro, pero me pasa que cuando entro en trance sexual, pierdo los controles y a tomar por culo todo. Además, dadas las circunstancias, había estado comiendo mierda durante los últimos tres meses de mi vida y venía rebotado de mi ruptura, que recordemos se había producido unas pocas horas antes, asi que vi lógico continuar comiendo mierda pero esta vez de forma un poco más literal.

A ella le pilló por sorpresa e intuí que no le habían comido el hojaldre en su vida. Le pasó como a todas las novatas que sienten el jugueteo de una lengua en su ano por primera vez; al principio se muestran reticentes, pero un minuto después están sentadas sobre tu cara para que le rebañes hasta el último rincón de mierda.
Al rato me pidió casi suplicando que me la follase duro. Obecedí agradecido, pues realmente me estaba acompañando en mi noche más negra, y al fin y al cabo es casi un imperativo moral obedecer una orden cuando ésta incluye en una misma línea las palabras follar y duro.

Nos pusimos frente al espejo de mi habitación y yo clavé mi mirada en sus tetas, asimétricas pero voluptuosamente agradecidas. Me envalentoné con cachetazos en el culo cada vez más enérgicos que ella correspondía con alaridos de placer. Cinco minutos después yo ya me había corrido y ella tenía proyectos de hematomas en cachetes y contramuslos. Volví a comerle el culo para hacer tiempo y recuperarme, esta vez también invitando a la fiesta a su coño, que rosadito y tímido chorreaba flujo vaginal que daba gusto.
Ya con la vergüenza en otra parte, junto a su novio el cornudo, supongo, ella apretaba sus cachas para aprisionar mi cabeza. Gemía como hacia siglos que no había oído gemir a una mujer. La hija de puta explotó de placer y yo pude al fin respirar.

Habiendo saciado un poco nuestro hambre sexual, nos tumbamos en la cama para seguir retozando cómodamente y con más pausa. Me pidió que me colocase arriba, y ella se colocó bocarriba con sus piernas en alto. Quería que le metiese el badajo hasta la campanilla y yo le di el gusto.

Como algunos sabréis, en esa postura, a nada que tengas una polla medio normal, hay que ir con ojo para no hacer daño. Pues bien, yo sudé de esto. Empecé a bombear con rabia y ella intentaba sujetarme sin éxito. Diez segundos más tarde volvieron los gemidos y era precisamente ella la que empujaba mi culo contra su caverna. La verdad es que quedé sorprendido por el hambre de polla que cargaba sobre sus hombros esa pobre chica. Tanto fue así que me corrí de nuevo precozmente sobre su pecho, cara, pelo y lo que pilló por medio. Fue una corrida de esas que fácilmente podrías sacar el ojo a un pequeño felino si se te pusiera por medio.

Se levantó para limpiarse mis fluidos y utilizó mi toalla. Hija de puta. Qué puta rabia, joder. Dúchate, date con una jodida toallita, pero déjame las toallas en paz, cojones.

Tras defenestrarme a gusto la toalla, que luego tiré, obviamente, se acurrucó a mi lado. Yo la hice hueco. En parte, empatizaba con ella. Quién me ha visto y quién me ve.
Ambos, miserables, estábamos completamente solos en aquella cama. Con trozos de nuestro ser por aquí y por allá. Deshechos. Y entonces, nos abrazamos a la tristeza.

Volviendo al inicio de esta historia, os confieso, no puedo evitar darle vueltas a mi cabeza, una y otra vez, a una cuestión: ¿Encontraré a alguien que me entienda? Y, en el remoto caso de que eso ocurra, ¿se dará la fabulosa coincidencia de que yo entienda recíprocamente a esa persona?

Siempre que alguien parece entenderme se acaba yendo todo a la mierda porque lo que se presenta como amor, no es más que egoísmo y promesas sujetas a condiciones que, desgraciadamente, quedan muy lejos de mi alcance. ¿Acaso el amor es eso? ¿Una mierda de hipoteca? ¿Un intercambio de intereses? Yo me niego. Yo busco la incondicionalidad.

Muchas veces me sorprendo a mí mismo fantaseando, imaginándome perro, y que doy largos paseos junto a una persona que me quiere como soy, y que entiende que no sea capaz de hablar, que huela los culos de otros perros y que de vez en cuando me coma alguna mierda del suelo. Y que aun así, después de haberle jodido sus zapatos preferidos porque me ha salido de la polla, me ponga un cuenco de pienso hasta los topes y me pase de estraperlo las sobras de unas chuletitas de cordero. Eso es el jodido amor.

Lo siento, pero hoy vuelvo a ser nadie. Odio todo lo que me rodea y me odio a mí mismo. Ojala fuese perro.

Termine meyer!! Muy buena, pero al final fue a la casa del tío?

Ya me pondré con la de varela

Nose porque pero me suena mucho a forocoches

Daniii escribió:

Termine meyer!! Muy buena, pero al final fue a la casa del tío?

Ya me pondré con la de varela

La de Meyer y la mia es la misma historia, solo que Meyer suprimio el final. Es una historia de Forocoches.

maldini escribió:

Nose porque pero me suena mucho a forocoches

¿Quiza porque el 90% de los temas de Meyer son copy paste de ahi?

PostigaZGZ escribió:

maldini escribió:

Nose porque pero me suena mucho a forocoches

¿Quiza porque el 90% de los temas de Meyer son copy paste de ahi?

tambien puede ser

PostigaZGZ escribió:

maldini escribió:

Nose porque pero me suena mucho a forocoches

¿Quiza porque el 90% de los temas de Meyer son copy paste de ahi?

10% macho

los de las hormigas me los curro yo

PostigaZGZ escribió:

maldini escribió:

Nose porque pero me suena mucho a forocoches

¿Quiza porque el 90% de los temas de Meyer son copy paste de ahi?

10% macho

los de las hormigas me los curro yo

La pasada semana la que fue mi compañera sentimental


Hasta ahí he leido.

ploter escribió:

La pasada semana la que fue mi compañera sentimental


Hasta ahí he leido.

oye no te pases... eh....

Meyer escribió:

ploter escribió:

La pasada semana la que fue mi compañera sentimental


Hasta ahí he leido.

oye no te pases... eh....

Es bromuro, no te rayes que en ese asunto no estoy como para ir vacilando